lunes, 16 de abril de 2012

Centauros

Hay cosas que uno se cree sin ningún tipo de discusión sencillamente porque se las ha creido toda la vida. Desde que era muy pequeño. Al menos eso me pasa a mí, como se verá más adelante, pero en general le ocurre a todo el mundo, pues es así como funcionan las religiones. Nadie en sus cabales se creería siendo adulto, ni media palabra de lo que le cuentan cuando son niños. Imaginaos la escena con un registrador de la propiedad o un inspector fiscal, por poner dos casos que entrañan cierta madurez y supongamos que jamás ha llegado a sus oidos ninguna historia sagrada: ¿y dices que dios nació en una cuadra, que su madre nunca dejó de ser virgen, que resucitó y su cuerpo subió hacia arriba, así, flotando? ¿y eso de la zarza que habla?. Podríamos poner muchos ejemplos de este tipo para cada una de las religiones, pero este no es el caso.

Quería contar algo que me ha pasado recientemente y necesitaba ambientación para entender mejor mi enorme decepción. La decepción y desilusión de descubrir que algo en lo que había creido toda mi vida de repente se me revela como una falsedad enorme.

Resulta que yo siempre he pensado que los centauros existían de verdad, mejor dicho, que habían existido, pues es obvio que en la actualidad ya no queda ninguno. Pues bien, resulta que no es así: jamás, en ningún momento anterior, ha habido centauros en este mundo. Ni hadas, me direis. Ya, pero es que a mí las hadas me dan igual, lo que me gustaban eran los centauros.

¿Qué cómo me he enterado de que son una gran mentira? Pues precisamente observando con atención una de las más fehacientes pruebas de su remoto pasado. El otro día cayó en mis manos un reportaje realizado por prestigiosos paleontólogos donde en una fotografía aparecían ufanos mostrando un esqueleto perfectamente conservado de centauro. La osamenta pertenecía a un joven ejemplar de dos años, un potrillo en vías de convertirse en un animal magnífico dispuesto a pasear su libertad por las montañas de Tesalia. Al principio me llevé una gran alegría ya que se trataba de la prueba más contundente de su existencia, sin embargo, en su grandeza estaba su misería. El esqueleto, lejos de demostrar la realidad del centauro dejaba al descubierto su imposibilidad. Nunca, hasta entonces, me había dado cuenta de un detalle que es la clave para determinar si alguna vez han tenido vida estos híbridos entre mula y mulero, y ahora lo veía con toda claridad. El esqueleto dejaba en evidencia dos cajas torácicas, dos espacios diferentes para albergar los pulmones, protegidos por unas costillas que yo veía innecesaria su repetición. Si admitimos que puede haber dos sistemas respiratorios, ya podemos admitir cualquier cosa por disparatada que sea. No, definitivamente eso no puede ser. No me imagino al centauro cambiando la necesaria oxigenación de su sangre, de los pulmones superiores a los inferiores, como si fuera un coche híbrido que pasa de la gasolina a la electricidad según le de. No. Eso no puede ser así, por lo que quedaba demostrado el fraude y mi consiguiente chasco.

Aún me quedan los unicornios. Me mantendré alejado de las publicaciones de prestigiosos paleontólogos.

5 comentarios:

  1. Moraleja: Ojo con lo que se enseña hoy en día en los colegios! Y no va de religión el asunto...
    gracias como siempre por compartir inquietudes :-P
    Vaya manga el sábado!

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  2. y el jueves y el viernes y... ¿ayer qué día era?

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  3. Claro que existen los centauros, hombre de poca fe. Lo que pasa es que no son como la gente piensa: los centauros no tienen cuerpo de caballo y tronco humano, qué va. Los auténticos centauros tienen cuerpo humano y cabeza de burro. Y, por cierto, proliferan muchísimo (de hecho, tú y yo somos centauros)

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  4. ahora que lo dices, sí, porque además de esa manera desaparece el problema de las dos cajas torácicas, ¡qué burro he sido!
    Quiero decir, que centauro. Qué pedazo de centauro.

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