lunes, 4 de junio de 2012

Caracoles


Hay gente que vive en lugares la mar de extraños. Yo, sin ir más lejos. Habito un lugar difícil de entender para la mayoría de mis amigos y eso que no saben ni la mitad de las cosas que me rodean. Pero lo que me pasa a mí, no es nada especial ni único, le pasa a cada hijo de vecino. En realidad cada uno de nosotros vive en su mundo, un mundo aislado del resto de los mundos, aunque todos pensemos que es el mismo. De todas las ilusiones que el ser humano es capaz de crear, la más común es precisamente pensar que todos compartimos el mismo espacio por el que nos movemos con libertad, entrando y saliendo y saludando sin parar cada vez que nos encontramos con alguien. No es cierto en absoluto, y no se debe a una cuestión de egoísmos, sencillamente es así. De la misma forma que los caracoles tienen  cada uno su concha, los seres humanos tenemos cada uno nuestro mundo, y si nos parece normal que un caracol no pueda meterse en la concha de su vecino, también deberíamos aceptar que a nosotros nos pase lo mismo. Además, insisto en que no se debe a  motivos egoístas, sino puramente… a motivos de otro tipo. De hecho, muchísimas veces tratamos de entrar en el mundo de algún ser querido que vemos en apuros, con la sanísima intención de ayudar, pero llega un punto a partir del cual ya no podemos pasar. Lo mismo sucede cuando somos nosotros quien lo está pasando mal, y sabemos que nos vendría fenomenal recibir una visita de aliento en nuestra burbuja particular, por lo que abrimos puertas y ventanas de par en par. Pues bien, los visitantes que llegan no pasan jamás del zaguán (a lo mejor del zaguán sí, pero no mucho más allá. Es que tenía ganas de poner zaguán).
¿Por qué sucede esto? ¿Es culpa del visitante que no se atreve a meter sus narices más allá de lo que él considera oportuno, o quizá es culpa nuestra que, quizá sin saberlo, le ponemos un obstáculo para que no siga?
No lo sé, en mi mundo ese detalle carece de importancia. La verdad es que en mi mundo-concha los detalles ocupan poco espacio, son como detalles y de ahí no pasan. Conocí una vez a un gran tipo para el que los detalles eran algo fundamental y la verdad es que no se le veía disfrutar mucho. Siempre estaba agobiado por algún detalle sin importancia.
Mi mundo, tu mundo, su mundo, todos tenemos el nuestro, único e irrepetible, que es a lo que iba, pero ¿acaso podemos cambiar de mundo-concha como quién se muda de barrio, o de piso? ¿Qué pasa si no te gusta tu mundo-concha? ¿Tienes que resignarte a pasar toda la vida en un lugar en el que no te encuentras a gusto, o puedes modificarlo, o mejor aún, directamente abandonarlo y buscar otro distinto? Si es así, podíamos cambiar de mundo según las circunstancias, y, por ejemplo, si hace mucho calor, irnos a otro más fresquito.
He de decir que a mí, hay muchas veces que me gustaría cambiar de aires y marcharme a vivir, por ejemplo, a una elipsis. Si tu mundo es una elipsis, es tanto como decir que vives en el limbo. Ahí no pasa nada, o todo lo contrario, pasan muchas cosas (ninguna con suficiente importancia) pero todas en un tiempo comprimido hasta la inexistencia, por lo que ni te enteras. Y luego, cuando sales de la elipsis, te encuentras de narices con algo gordo que hace que te sientas otra vez vivo y lleno de energía. Claro, que también puede suceder, que después de la elipsis aparezcas en otro mundo peor del que la precedía. Son los riesgos de tener que vivir en un mundo.

4 comentarios:

  1. Es que tenemos mucho que aprender de los cangrejos ermitaños...

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    1. ¿Por qué será que no hay cangrejos ermitaños de buen tamaño?

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  2. Un par de puntualizaciones:

    1. Tu mundo, esa concha de caracol en que vives, eres tú mismo. Tu eres tu mundo privado. Así pues, claro que es posible salir de tu mundo. Lo imposible es volver.

    2. Todos vivimos habitualmente en una elipsis. Y si lo dudas, intenta recordar qué hiciste exactamente, minuto a minuto, ayer mismo.

    3 (sí, ya sé que dije "un par"). Tú no vives en una concha. Vives en una conchita.

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  3. Eso que tú dices no llega a ser una elipsis totalmente, porque si no todos, al menos sí puedo recordar unas cuantas decenas de minutos.Lo que mencionas es más bien un asíndeton, que también puede ser un buen lugar para vivir, por cierto. Lo más aburrido es vivir en una anáfora, incluso en una epífora, y sin lugar a dudas, quién vive en un oxímoron acaba volviéndose loco.

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